Navegar, rodar o hacer cualquier actividad de noche siemrpe tiene un aliciente especial y tambien un grado de dificultad y de incertidumbre. El no poder ver bien por donda va uno no deja de ser inquietante… Para irme acostumbrando a estar solo de noche, rodando, una de estas noches de gran calor en la que es dificil dormir antes de medianoche sali a dar una vuelta con el longboard. Y de paso aproveché para irme familiarizando con el equipo de iluminación, básicamente un potente foco frontal de mas de 1000 lumens alimentado por unas potentes baterias fáciles de ir cambiando (cada una dura 3-4 horas a plena potencia, asi que con las tres debo tener de sobra para toda la noche).
Asi que me puse el casco, el frontal y la cámara, agarré el longboard y me dispuse a recorrer el carril bici de Tres Cantos y alguna carretera abandonada, donde el nivel de oscuridad es casi total ya que no hay farolas, y el reflejo de la luz distante está muy amortiguado por los árboles. El foco frontal va muy bien. Es potente y facil de usar, y me puedo poner la bateria agarrada no ya al cinturon como pensaba, sino a la correa del pecho que une las hombreras de la mochila, lo cual hace que ni se sienta . Sin embargo, el ojo se habitúa a esa luz blanca tan potente en la zona central del plano visual y todo lo que ocurre en los laterales practicamente no se ve. Los lados se perciben mucho mas negros que si no tuvieramos frontal. la aparación de una rama o un lateral con arena en el suelo sencillamente no los ves… cuando apuntas con el frontal ya estas encima… hay que extremar precauciones… pero la verdad es que resulta mágico rodar de noche. Algún coche perdido, incluso alguno que te sigue en paralelo con mucha curiosidad… el silencio, la oscuridad.. cosas que al principio intimidan pero que luego agradan cuando te vas habituando.
Y con el calor de Madrid, hacerse 23 km en patin puede que solo pueda hacerse de noche algunas veces!